13 de agosto de 2014  Sophia Surage  Noticias  Sin comentarios

La mayoría de la gente probablemente está de acuerdo en que el acoso sexual no debería ocurrir y que el consentimiento es crucial para asegurar que el sufrimiento relacionado con la violencia sexual sea terminado. El concepto de consentimiento puede mejorar las relaciones con uno mismo y con los demás, y animar a la gente a pensar más conscientemente acerca de su próxima interacción. Pero para garantizar la prevención a largo plazo la práctica del consentimiento debe ser normalizada y con orden de prioridad. Cuando se trata de un cambio cultural a gran escala en donde participa una masa crítica en el cambio de una cultura que tolera la violencia sexual, el consenso básico de que la violencia es mala y que el consentimiento es necesario es un punto de partida increíble.

Cuando las ideas claramente ilustradas sobre el consentimiento son comunes, los mitos y las normas culturales de violación se desconectan y comienzan a entrar en lo absurdo. Cuando entendemos la omnipresencia de la cultura de la violación y el daño infligido por el acoso sexual, es posible que tengamos dificultades para aceptar que el consentimiento no es concreto. Es fundamental que el consentimiento sea accesible para todas las personas y que la gente tenga la oportunidad de aprender sobre él y en el auto-empoderamiento para ejercer consentimiento. Al mismo tiempo, el consentimiento no es una ubicación fija en un mapa o un bien tangible que va ida y vuelta entre varias personas. El consentimiento es más complejo, ya que es un modo de realización de uno mismo en relación con otros. Debido a que cada una de nuestras experiencias es diferente, el consentimiento que nos llevamos con nosotros con estas experiencias puede parecer y funcionar de manera diferente, y en ese sentido, el consentimiento puede parecer un poco abstracto y fluido.

Aparte de tener un papel crítico en la terminación del acoso sexual, el enfoque central del consentimiento puede llevarnos a muchas aventuras plenas de auto-descubrimiento y a la mejora de las interacciones con los demás. Cuando el consentimiento se convierte en un proceso continuo, y un modo de transporte más que un destino, aprendemos a estar más conectados con nosotros mismos y con los límites de las personas con quien interactuamos. El consentimiento implica comunicación verbal, escuchar, y atención al contexto y al lenguaje corporal. Además, el consentimiento no es estático e inestable, este debe renovarse regularmente; cada momento nos anima a mejorar nuestro conocimiento, comunicación, compasión y respeto hacia las demás personas.