16 de Octubre, 2014/ maloneadmin /Artículos/ No hay comentarios

Quiero una tregua de veinticuatro horas durante las cuales no haya violaciones.”

El ensayo de Andrea Dworkin pidiendo tregua se escribió hace unas cuantas décadas, durante la tumultuosa ola de feminismo que se convertiría en el “rostro” estereotípico de las feministas odia hombres, y ha llegado el momento de una revisión. La premisa es maravillosa, pero el contexto y sus exclusiones necesitan ser abordados. Nosotros en MESA somos un grupo inclusivo y luchamos contra todas las formas de opresión, especialmente aquellas que el movimiento anti violencia reforzó sin querer.

Nueva propuesta: Quiero 24 horas en las cuales todas las opresiones – discriminación por edad, sexo, transexualidad, orientación sexual, clases sociales, raza, nacionalidad, capacidades físicas o mentales y cualquiera que haya olvidado- que contribuyan a una cultura de violencia sexual y violaciones, sean comprendidas y suspendidas. De forma idónea pasaríamos estas 24 horas obteniendo un entendimiento y empatía por estas opresiones que no experimentamos personalmente, para que al final de dichas 24 horas, podamos de forma colectiva comenzar con el proceso de un cambio cultural.

El problema que Dworkin y las de su tipo tuvieron, se esta repitiendo hoy con el movimiento anti violencia: es excluyente, sobre simplifica la violencia de género e ignora las estructuras sociales opresivas que han restringido y han sido utilizadas para justificar la violencia hacia personas en grupos marginales. La violencia sexual no es un formula simple de un solo sentido. Toda sobreviviente experimenta victimización, sanación y empoderamiento de su propia forma.

Las mujeres de color tienen que navegar por un mundo que las oprime doblemente vía sexismo y racismo y las respuestas a la sobre vivencia están influenciadas por esto. Algunos abogados contra la violencia no han sido capacitados para entender cómo los sistemas de racismo afectan como es tratada una sobreviviente durante el curso de la investigación, como serán percibidas por el público o como el racismo puede ser una motivación adicional para el crimen de violencia sexual; después de todo el privilegio racial es una extensión del poder y el control y la violencia sexual y la tortura son métodos comunes para causar miedo y reforzar las barreras raciales.

Los(las) sobrevivientes transexuales también se enfrentan a la discriminación en cada paso del proceso; y no todos los centros de crisis anti violencia y violación han convertido en prioridad la capacitación en problemas, recursos o incluso en como respetar y hablarle a las víctimas transexuales sin convertir en espectáculo su identidad sexual o sin cometer el error de no llamarlos por el pronombre que prefieren.

Y por su puesto hay sobrevivientes masculinos de la violencia sexual. Los sobrevivientes masculinos también son ridiculizados, especialmente si su atacante fue una mujer. La violación en la prisión es usada como un chiste o como algo para evitar que las personas cometan un crimen (desde un punto de vista criminológico nada efectivo y absurdo) en lugar de como un acto de violencia que es apoyado por el estado, particularmente en estados que eligen no investigar ni intentar prevenir la violación conforme al Acto de Eliminación de violaciones en las prisiones. Los servicios para sobrevivientes que salieron de prisión no están ampliamente disponibles, y esto hace que la transición de la vida en prisión a la sociedad normal sea aún más difícil. Esto es especialmente problemático para personas jóvenes, particularmente si además son de color quienes frecuentemente están en contacto con vigilancia severa y es más fácil para ellos el volver a caer encarcelados, por lo regular por ofensas no violentas, lo cual aumenta la probabilidad de violencia sexual.

Estos ejemplos (algo simplificados) muestran que no solo nos debe preocupar el sexismo en nuestra búsqueda por terminar la violencia sexual. Hay muchas discriminaciones que por lo regular se juntan y supresores sociales además del sexismo con los cuales es necesario lidiar. Una forma de lograr esto es pidiendo no solo una tregua, sino un cambio social y cultural.

Quiero veinticuatro horas en las cuales se desarrolle un sentido de empatía de lo que es ser deshumanizado y degradado como sobrevivientes en base a varias identidades y a la opresión que no nos es familiar. Esta propuesta de cambio es entusiasta y necesaria.

Un movimiento anti violencia que no incorpora un entendimiento y programas para todo tipo de sobrevivientes no es un movimiento que terminará con la cultura de la violación – es un movimiento que solo servirá para aislar y revictimizar a aquellos que históricamente siempre han estado en grupos renegados.

La inclusividad no es una novedad o una estipulación adicional para que los centros la consideren. Es una dedicación y un proceso de crecimiento, uno del cual MESA esta encantada de pertenecer. Sabemos que para terminar con la violencia sexual se necesita de inclusión y de un frente unido contra las opresiones.